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¿Qué pasó en la Corte Suprema?

Por Carlos Pagni

En estas horas el ajedrez se está jugando en dos tableros. El recambio en la conducción de la Corte Suprema de Justicia y la discusión del presupuesto nacional . Cada uno de estos procesos tiene una lógica específica. Sin embargo, es imposible comprender su relevancia si se los analiza por separado. En esa esgrima compleja no solo se enfrentan los intereses del poder central con los de los gobiernos locales. También se libra la batalla entre Cambiemos y el PJ .

El reemplazo de Ricardo Lorenzetti por Carlos Rosenkrantz es, antes que nada, un acontecimiento en la vida interna de la Corte. Lorenzetti llegó allí patrocinado por el kirchnerismo. Su principal padrino fue el entonces senador santacruceño Nicolás Fernández, hoy interlocutor de Mauricio Macri . Una vez que alcanzó la jefatura, Lorenzetti constituyó un considerable poder personal, dentro y fuera del tribunal. Los rasgos caudillescos de esa gravitación fueron el motivo más poderoso de su desplazamiento. El reemplazante, Rosenkrantz, es un academicista liberal, en el sentido anglosajón de esa etiqueta. Para poner la lupa sobre su concepción del derecho y de la magistratura, resulta muy interesante la entrevista que se puede consultar aquí .

El primer paso para la remoción de Lorenzetti fue un acuerdo entre Rosenkrantz y Rosatti. Es posible que ese entendimiento incluya la alternancia entre ambos para la presidencia de la Corte. Juntos sondearon a Elena Highton de Nolasco. Fuentes inobjetables afirman que Highton temió enfrentarse a Lorenzetti. Pero que ese temor fue neutralizado. O superado por otro. La jueza recibió a través de dos emisarios el mismo mensaje de Elisa Carrió: «Lilita no tiene candidato, pero cree que para el país es muy importante que Lorenzetti deje el cargo. Si usted necesita del apoyo de ella para votar en ese sentido, lo tiene». Anteayer Carrió emitió este tuit: «Highton de Nolasco va a ser recordada por haberles hecho un gran bien a la República y a la Patria. Que Dios la bendiga».

Días después de ese recado, Rosenkrantz y Rosatti se reunieron con Highton para ofrecerle la presidencia. Ella garantizó su voto, pero prefirió que el reemplazante de Lorenzetti fuera Rosenkrantz. A partir de allí la sustitución fue un operativo comando. Lorenzetti se enteró de que se trataría el tema cuando comenzó la reunión de acuerdos. El debate generó un malestar insoportable. E inútil, porque la acordada con el cambio de autoridades ya había sido redactada la noche anterior. Se precipita, además, el cambio de guardia: Rosenkrantz asumirá el 1º de octubre. Será quien encabece, entonces, el encuentro de cortes del G-20 preparado por su antecesor.

Para entender la nueva configuración de la Corte hay que recordar que el trío que defenestró a Lorenzetti fue el mismo que, en mayo del año pasado, aprobó el cómputo del dos por uno en favor de Luis Muiña. En aquel momento, el fiscal Guillermo Marijuan imputó a los tres ministros por presunto prevaricato. El 7 de agosto pasado, Highton, Rosenkrantz y Rosatti advirtieron que Lorenzetti había beneficiado con un envidiable contrato en la Secretaría de Recursos Ambientales de la Corte a Sofía Gatica, la novia de Marijuan. Sería aventurado establecer una conexión entre ambos hechos. Pero la novedad no agradó a los imputados. Sospecharon que era un premio.

La designación de Gatica es un ínfimo detalle que ilustra una dimensión importantísima del reemplazo de Lorenzetti. Desde que Cristina Kirchner embistió contra Comodoro Py, el presidente de la Corte se convirtió en el jefe político de esos tribunales. Lorenzetti estableció un eje operativo con el camarista Martín Irurzun y con el juez Ariel Lijo. La expresión más contundente de ese acuerdo fue el manejo de la oficina de escuchas judiciales, a cuyo frente quedó Tomás Rodríguez Ponte, exsecretario de Lijo y actual aspirante a juez federal. Lorenzetti tuteló también la creación de la Asociación de Jueces Federales (Ajufe), un emprendimiento defensivo que el juez Lijo imaginó cuando comenzó la caída de su amigo, el camarista Eduardo Freiler.

Una curiosidad: precursora de la novia de Marijuan, la esposa de Lijo, Magalí Mazucca, también fue contratada por Lorenzetti. Primero en la Secretaría de Recursos Ambientales y después en la estratégica Secretaría Penal de la Corte. Estos antecedentes, entre muchos otros, explican por qué la sorpresiva sustitución del presidente de la Corte cayó en Comodoro Py como una bomba de profundidad. Esta proyección convierte la elección de Rosenkrantz en la mayor novedad de carácter institucional en lo que va de la era Macri.

El reemplazo cobija también una alteración en las relaciones federales. Al promover, en noviembre de 2015, el reconocimiento del reclamo de Santa Fe, Córdoba y San Luis por la coparticipación de impuestos, Lorenzetti reveló su lectura del nuevo momento político. Frente a un nuevo gobierno en minoría en ambas cámaras del Congreso, su estabilidad en la Corte dependería de su alianza con el PJ del Senado. Es decir, con el poder de las provincias, cuyos titulares últimos son los gobernadores. Desde aquel instante hubo un puente hiperactivo entre Lorenzetti y los senadores poskirchneristas, encabezados por Miguel Pichetto. Ese entendimiento se fortaleció cuando Macri postuló a Rosenkrantz y a Rosatti como ministros de la Corte sin esperar el acuerdo senatorial. Es comprensible, entonces, que el PJ Federal haya visto anteayer el repliegue de Lorenzetti como la pérdida de una colina en el mapa del poder.

Para evaluar la vida de la Corte, Macri siempre tomó como criterio las opiniones de Rosenkrantz. Pero nunca tuvo la certeza de que el reemplazo de Lorenzetti fuera conveniente. Razones de prudencia. Es posible que no estuviera al tanto de la votación del nuevo titular del tribunal. Quien sí lo estaba era su más audaz, y también más eficiente, interlocutor con la Justicia: Fabián Rodríguez Simón, Pepín. Cero casualidad: fue en 2016 el impulsor de la designación de Rosenkrantz y Rosatti. Rodríguez Simón es un aliado de Carrió, sobre todo por la amistad común con la santacruceña Mariana Zuvic. Todo avance de Rodríguez Simón es un retroceso de Daniel Angelici. Para el nuevo orden interno de la Corte esta regla también vale.

Una vez que se conoció el éxito del recambio, en la Casa Rosada festejaron. Allí habían escuchado una versión preocupante: que Lorenzetti había pedido adelantar la elección, que él imaginaba como reelección, «para tener más legitimidad en las discusiones con el Poder Ejecutivo». Macri no tiene argumentos para pensar que la mayoría que integran Rosenkrantz, Rosatti y Highton asegure el alineamiento de la Corte con sus decisiones. Pero aquella insinuación atribuida a Lorenzetti, veraz o fantasiosa, fue tomada en el Poder Ejecutivo como un anuncio hostil. Es decir, como la confirmación de que, en un momento de debilidad del oficialismo, el máximo tribunal podía coordinarse con un PJ no kirchnerista que se iría volviendo cada vez más agresivo. La elevación de Rosenkrantz supone la ruptura de ese frente.

Esta dimensión federal y partidaria del cambio en la presidencia de la Corte hace juego con la discusión del presupuesto. El peronismo dará los votos para que se alcance el acuerdo con el Fondo, pero a cambio de un debilitamiento fiscal del oficialismo. Las provincias no cederán recursos, salvo que esa cesión dañe más a los gobiernos de Cambiemos.

Es el caso del subsidio al transporte, que será federalizado. La mitad de ese costo cargará sobre las cuentas de la provincia de Buenos Aires. El reino de María Eugenia Vidal es el campo de batalla. Sin la perspectiva de recuperar ese distrito, es difícil para el PJ pensar en un proyecto de poder competitivo para 2019. Vidal lo sabe. Por eso reclama una actualización del Fondo del Conurbano Bonaerense. También por eso prepara, con sigilo, un proyecto que podría modificar el equilibrio de poder: la división de La Matanza. Un sueño que comparte Sergio Massa.

El duelo fiscal es incomprensible si no se advierte este costado electoral. El peronismo está dispuesto a colaborar en las iniciativas en las que Macri castiga a su propio electorado. Por ejemplo, en gravar con un aumento del impuesto a los bienes personales a los que ingresaron al blanqueo. Y, sobre todo, en aumentar y extender las retenciones. Este segundo objetivo del PJ todavía es problemático. Con el nuevo gravamen a los exportadores se satisface un reclamo opositor, sobre todo sindical: que se cargue con el peso del ajuste a los más ricos. ¿Estarán contentos los gremialistas cuyas actividades no pagaban esa contribución? El efecto que perseguían los peronistas no está aún garantizado. Todavía está por verse que el sector agropecuario abandone al gobierno de Cambiemos.

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